¡Como podríamos olvidarnos del estanque de los nenúfares! Monnet construyó un pequeño estanque en su finca y lo lleno de nenúfares. Después los plasmó en sus cuadros, hasta que la pérdida de la vista ya no le dejó seguir pintando.

Despúes de pasear por los jardines de la casa, (ver: Paseando por Givernny: recuerdos de Monnet), llenos de luz y color, pasamos al otro lado y entramos en un lugar más sombrío y fresco, con grandes árboles que nos cobijan del fuerte sol que hace en Agosto. Es un placer pasear por los senderos, bordeando el río, llegar hasta el estanque… y sentir la maravillosa sensación de estar entrando en un cuadro.  Monnet era un enamorado de la cultura y el arte japonés, y quiso reproducir  una parte de ello en su jardín.  Para ello eligió especies típicas de aquel país, como un bosquecillo de bambú que nos recibe nada más llegar, algunos ejemplares de arces japones se encuentran aquí y allá,  los nenúfares, un puente que atraviesa el estanque, de clara inspiración nipona, y combinados con sauces llorenes, juncos, rododendros, hortensias,…  El conjunto es claramente encantador. 

Un abrazo.