A veces las cosas no son lo que parecen, o sí lo son, pero también son mucho más. Para mí los crisantemos no son tan solo aquellas flores que se venden para Los Santos. Son un trocito de mi vida, un vínculo entre el hoy y el ayer, un recuerdo del pasado en el presente, un puente que me une con quien ya no está.
Todo empezó hace 32 años, cuando mi padre, un ingeniero industrial de vocación frustrada «payés», decidió levantar un pequeño invernadero en su finca de veraneo. Pensó que en ese pequeño invernadero cultivaría flores, y alguien le recomendó que probara con los crisantemos, un cultivo corto y no muy complicado. Por aquel entonces, mis padres, mis cinco hermanos y yo vivíamos en Barcelona, cada uno de nosotros inmerso en su vida y sus planes de futuro, entre los cuales no estaba ni de lejos convertirnos en agricultores. Un día, mi padre decidió dejar el mundo de la siderurgia y trasladarse definitivamente al campo. Su mujer y sus hijos fuimos sucumbiendo paulatinamente al poder de la naturaleza y fuimos abandonando Barcelona y aterrizando en el pequeño pueblo donde habíamos pasado los veranos de nuestra infancia.
Mi padre me enseñó a amar el olor de la tierra mojada después de la lluvia, el placer de ver crecer las plantas, a mirar las estrellas en las noches de verano, a disfrutar de las tertulias en las sobremesas, que las cosas que consigues con tu esfuerzo son las más valiosas, me enseñó a no temer al trabajo ni a las tormentas, que la familia es lo más importante en esta vida y que las puestas de sol son el mejor remedio para la depresión. Me enseñó que nadie es perfecto y que él no lo era, que cuando te caes debes levantarte, que los abrazos valen más que las palabras, que la felicidad se encuentra en los momentos y en las cosas más sencillas y que nunca, nunca debes darte por vencido.
La tierra, los cultivos, y sobre todo los crisantemos, donde empezó esta loca aventura en la que todavía estamos, me recuerdan siempre a mi padre. A veces, cuando el día se acaba y ya todos se han ido, me asomo al invernadero y le pregunto: «¿Que te parece papá?» … y creo que le parece bien.
Dedicado a mi madre y mis hermanos, que siempre estan.
Un abrazo
A vegades jo també l’enyoro.
Era el meu padrí.
Un petonet I una abraçada, M Teresa.